El escritor zaragozano entre la promoción del libro y sus clases ha tenido un año muy atareado. Afortunadamente, ha sabido hacerse un hueco para poder realizar esta entrevista, en la cual nos cuenta algunos de los secretos de su última obra, y seguir así presentado su novela a todos los lectores de este género.
¿Por qué decidió presentar su novela al premio edebé de literatura juvenil?
Se trata de uno de los premios más importantes de España en literatura juvenil, así que me hacía mucha ilusión participar. Además, hace unos años mi novela “El ladrón de minutos” quedó finalista en la categoría infantil, así que era una asignatura pendiente.
¿Qué le ha supuesto ganar el premio?
Que un jurado profesional decida otorgar un premio tan relevante a una de mis obras supone, por un lado, la satisfacción personal de ver reconocido mi esfuerzo como escritor. Los premios nos animan a los autores, nos dan fuerzas para seguir trabajando. Por otro, provocan un gran impulso mediático necesario; se publican tantos títulos que resulta muy valiosa la visibilidad que permite un premio como el Edebé. Otra consecuencia muy positiva es el hecho de poder trabajar con una editorial como Edebé, que tiene tanta trayectoria dentro de la LIJ en nuestro país.
En “Desconocidos” nos alerta sobre los riesgos de las redes sociales. ¿Cada día tienen más relevancia las redes sociales?
Sin duda. Las redes sociales (e Internet en general) han cambiado nuestra forma de comunicarnos a todos los niveles: el profesional, el personal… ¡incluso los mecanismos de seducción son diferentes! Por supuesto que ofrecen muchas ventajas, pero también generan nuevos riesgos que menospreciamos. Nuestro comportamiento con la tecnología es imprudente, a menudo por ignorancia.
¿Estamos preparados para este tipo de relaciones?
La tecnología ha permitido avances tan rápidos que no hemos tenido tiempo de aprender a gestionarlos. La sociedad evoluciona, pero siempre por detrás del progreso real. Eso trae como consecuencia que nos falte formación -¡y tiempo!- para asimilar las novedades y para el manejo de las nuevas circunstancias. Un par de ejemplos: bastantes personas se han complicado la vida por no entender las repercusiones que puede tener una publicación en Twitter y, en la actualidad, hay un debate abierto sobre cómo actuar ante la creciente adicción al móvil en jóvenes y adultos. Surge, pues, un nuevo horizonte en el ámbito social (que incluye el de las amistades, el sentimental…,) . Se trata de un horizonte que brinda múltiples posibilidades, pero su aprovechamiento correcto y seguro requiere un aprendizaje previo que no hemos recibido. Y el mundo avanza cada vez más rápido…
La sociedad evoluciona, pero siempre por detrás del progreso real
¿Hasta dónde puede llegar el peligro?
Están las amenazas -muy graves- que ponen en riesgo desde el saldo de la cuenta bancaria hasta la intimidad, pero el mayor peligro que puede correr una persona es el de su propia integridad -aquí se incluirían los casos de violencia física y acoso, los abusos sexuales…-, hasta el extremo de jugarse la vida: el peligro de muerte. En la red es muy fácil generar identidades falsas, así que uno no siempre cuenta con garantías que le permitan saber con certeza quién es la persona con la que se está comunicando. Eso puede tener un cierto aspecto romántico, pero resulta imprudente, sobre todo si se llegan a facilitar datos personales o, incluso, si se da el salto a la cita real, presencial. La mayor parte de la gente que navega lo hace con buenas intenciones, pero luego está esa otra parte que se mueve con propósitos mucho menos confesables. En el plano sexual, no olvidemos que la red es un entorno en el que se mueven con comodidad los depredadores especializados en chantajear a niños y adolescentes.
¿Qué hace a un joven que confíe más en una persona desconocida que en un familiar?
La comunicación entre padres e hijos siempre ha sido una cuestión delicada. Por mucha confianza que haya dentro de una familia (y eso que a menudo el tema del sexo, por ejemplo, sigue siendo un tabú), los padres representan las normas, los juicios, la autoridad, la distancia que implica el salto generacional. Todo eso dificulta la complicidad con los hijos cuando llega la adolescencia. De pronto surge una barrera invisible. Las confidencias se hacen entre iguales, entre individuos que comparten sueños, temores, dudas. Los padres quedan demasiado lejos en ese momento vital, al menos bajo la limitada perspectiva del hijo. Los jóvenes experimentan el fuerte estímulo de la libertad, la tentación de lo prohibido, el atractivo de lo secreto. Y, no nos engañemos: resulta menos incómodo sincerarse con un presunto cómplice a través de la red que con mamá o papá en la habitación. Y, en eso, los adolescentes y jóvenes se equivocan.
Por otra parte, se ha hablado mucho de lo paradójico que resulta hablar de soledad en el actual momento de “hipercomunicación” que vivimos. Pero sí; una persona se puede sentir sola a pesar de verse rodeada de presencias virtuales. Por muchos “amigos”, así, entre comillas, que un joven tenga en fcb, lo cierto es que en la vida real puede sentirse solo. Porque lo virtual no sustituye a las necesidades afectivas del mundo tangible. Vivimos en una sociedad cada vez más individualista; todo el mundo va pendiente del móvil, con los cascos puestos… Cada uno a lo suyo. Quizá por eso hay tanta gente que, en el fondo, quitado el camuflaje de las agendas rebosantes, se siente sola. De ahí el superficial exhibicionismo de redes como Instagram. Parece que necesitemos sentir que ahí detrás, tras la pantalla, hay mucha gente pendiente de nosotros. Eso indica que la realidad personal, más allá del postureo, es bastante pobre. Antes o después, uno termina por apagar el ordenador, el móvil, y debe enfrentarse a su realidad. Los “me gusta” no valen nada, salvo como cifra a rentabilizar comercialmente. Por otra parte, conocer gente nueva, de diferentes lugares y realidades, es muy estimulante. Hay un ingrediente de misterio muy tentador para cualquiera y especialmente para los jóvenes. Si a eso añadimos el ingrediente sexual…
“El lector tiene que poder creerse las historias, para vivirlas a través del papel”
Las citas a ciegas llevan tiempo dándose. ¿Las redes sociales fomentan este tipo de encuentros?
Por supuesto. Las citas presenciales requieren mucha valentía porque el encuentro debe darse cara a cara. Por el contrario, las redes permiten contactar a cualquiera desde el refugio seguro de su habitación. Los riesgos se minimizan y, con unas mínimas habilidades, uno puede llegar a construir una identidad idealizada de sí mismo con la que maniobrar con más éxito (aunque eso no evita decepciones posteriores).
Dos historias, dos momentos temporales. ¿La alternancia de estos recursos hace que se mantenga mejor la intriga de la trama de la novela?
Yo suelo emplear esa estructura en mis novelas para mantener un fuerte ritmo narrativo: me gusta jugar con varias tramas, porque de ese modo puedo intercalar escenas, episodios, que aumentan la tensión en el lector. Intriga derivada de los sucesos que van teniendo lugar en cada una de las historias, pero también la curiosidad que genera en el lector buscar el vínculo entre esas historias que, aparentemente, no guardan conexión.
La novela tiene elementos de romanticismo y también policiaco. Nos gustaría saber su opinión sobre a qué género adscribiría su novela.
Me resulta bastante difícil calibrar el peso que tienen ambos elementos en la novela. Supongo que, a pesar de que el planteamiento es muy romántico, la dirección que toma la historia me lleva a defender con mayor nitidez el género del suspense.
¿Es más difícil escribir para jóvenes que para adultos?
Creo que cada perfil tiene sus propias dificultades. Lo que desde luego debo rechazar es que sea más fácil dirigirse a un lector joven. El joven es, casi por definición, exigente e impaciente. Se trata de dos rasgos que lo vuelven un juez implacable cuando una historia no le convence. El lector adulto, sin embargo, es más sosegado, lo que da un margen de maniobra mayor al autor. Tengo mis dudas sobre en quién resulta más fácil despertar la curiosidad. Los jóvenes son fanáticos de lo que les gusta, hasta el punto de que suelen explorar poco más allá. A mí me gusta provocar el descubrimiento. Eso sí; cuando una historia los convence, su capacidad de imaginarla, de recrearla, de vivirla, es espectacular. Los más adultos hemos ido perdiendo esa capacidad de soñar a través de las páginas, que deberíamos recuperar.
En el género del suspense es vital la verosimilitud
¿Es más fácil urdir una trama en una gran ciudad que en una población pequeña?
En el género del suspense es vital la verosimilitud. El lector tiene que poder creerse las historias, para vivirlas a través del papel (en eso consiste leer, frente a quien piensa que se trata solo de pasar páginas). En ese sentido, buena parte de mis tramas no serían creíbles en un entorno pequeño. Yo necesito el anonimato, calles en las que cualquiera puede perderse, masas de gente en las que se ocultan los sospechosos.
¿Cuál sería la moraleja de la historia?
No se trata de demonizar las redes sociales y la tecnología. Ambas son maravillosas y ofrecen multitud de ventajas. Incluso diré que, hoy día, dudo que sea conveniente quedarse completamente al margen de ellas. No obstante -he aquí el mensaje-, su uso también implica riesgos. Con el tiempo nos hemos familiarizado con los ordenadores, los móviles, las tablets… y debido a ello les hemos perdido el respeto. Debemos recuperar la prudencia, el sentido común.
¿Necesitan los jóvenes, historias cómo ésta para estar alerta sobre lo que nos depara el futuro demasiado tecnificado?
Este tipo de historias son un excelente recurso para conducir a los jóvenes al debate, a que se cuestionen determinados temas, a que se vean reflejados en los personajes y por tanto vivan y aprendan a través de ellos. A que saquen sus conclusiones, a que discutan. Leer es otra forma de asomarse al mundo, y gracias a este tipo de historias ellos se detienen a observar detalles que, en el frenético día a día, les pasan desapercibidos.
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