Ahora, la obra “Jack el destripador: caso abierto”, ganadora de la VII edición del prestigioso Premio de divulgación histórica Juan Antonio Cebrián, reabre de nuevo este caso que nunca ha podido ser cerrado del todo. Sus autores, el escritor, fotógrafo e incansable viajero Yvan Figueiras y Tamara Mingorance, escritora residente en Escocia y exploradora de lugares misteriosos, nos ofrece una magnífica, interesantísima y muy completa disección de este mítico caso, con numerosos interrogantes que todavía no han encontrado una respuesta definitiva.
Escrito con rigor, un estilo directo y divulgativo, este libro espléndido y entretenido recoge testimonios, pesquisas, declaraciones, evidencias, la realidad social de la época en que se enmarcan víctimas y sospechosos, datos antiguos y recientes, nuevas averiguaciones a partir de técnicas forenses que no existían cuando se cometieron los asesinatos,...piezas de un puzle que los autores de esta obra han querido unir en un conseguido intento por ofrecer un visión panorámica de este caso. De este modo, quienes se acerquen a las páginas de “Jack el destripador: caso abierto” podrán sentirse como detectives, pudiendo interpretar por sí mismos y dar sentido a toda la información que proporciona este “dossier” sobre el legendario asesino en serie.
Para situar aquellos aciagos y extraños sucesos el libro ofrece, en primer lugar, una completa descripción de denominado East Side, por entonces la zona más humilde y mísera del Londres victoriano, metrópoli de un gran imperio colonial en pleno apogeo de la Revolución industrial. Situado entre la conocida Torre de la ciudad y la City, el East Side era la “jungla” urbana, como se define en el libro, donde actuaba el célebre y funesto asesino.
A través de este libro conoceremos a las víctimas del “destripador” que durante mucho tiempo fueron oscurecidas por aquel escenario tan degradado donde se desarrollaron los hechos, caldo de cultivo de prostitución, alcoholismo, indigencia y múltiples penurias. Así como por una sociedad profundamente puritana y machista que miraba de reojo a aquellas desdichadas mujeres. Todo ello, a buen seguro, supo emplearlo el asesino para no ser descubierto. Se hace difícil pensar que las autoridades policiales de la Inglaterra de aquel momento se interesaran, más allá de lo imprescindible, en la resolución de asesinatos de mujeres con un perfil marginal, como fueron la mayoría de las víctimas del “destripador”. Estos elementos jugaron a favor del asesino para teñir de sangre los adoquines de las calles londinenses.
Desde el primer asesinato, el de Mary Ann “Polly” Nichols, acaecido el 31 de agosto de 1888 a las 03:40 de la madrugada, hasta el de la quinta y última víctima reconocida oficialmente (hubo bastantes más atribuidas, incluso algún caso ubicado en Nueva York) Mary Jane Kelly, asesinada el 9 de noviembre del mismo año a una hora sin determinar, iremos conociendo en este libro apuntes biográficos de todas ellas, lo que se sabe de cómo, dónde y de qué manera se cometieron los crímenes, las investigaciones policiales posteriores, los comentarios y noticias aparecidos en prensa,....En definitiva, un valioso elenco de datos que nos permiten sumergirnos en esta historia interminable de “Jack el destripador”.
El libro analiza también pormenorizadamente la extensa lista de sospechosos, dudosos o más fundados, en la que hallamos personajes de toda clase y condición. Entre ellos, maltratadores como George Chapman (alias de Severin Antoniovich Klosowski); individuos de alta alcurnia como el Principe Albert Victor Christian Edward, duque de Clarence y Avondale, el pintor impresionista Walter Richard Sickert, o el autor de Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll.
También se atribuyeron los asesinatos a una mujer a la que se puso el nombre genérico de “Jill la destripadora”, para designar a una posible fémina asesina o a un hombre que se vestía de mujer para cometer los asesinatos. Uno de los más firmes defensores de esta teoría, como relata este libro, fue Sir Arthur Conan Doyle, creador del memorable detective Serlock Holmes. Conan Doyle pensaba que Jill era una comadrona. Solo así la asesina podría haber andado por las calles de la ciudad con la ropa manchada de sangre sin levantar sospechas.
La explicación a esta última teoría como a otras muchas elaboradoras en torno a este caso podemos encontrarlas en este entretenido y bien documentado libro. Aquí descubriremos igualmente por qué a raíz de unas cartas que recibió la prensa y, más tarde, Scotland Yard se puso al asesino el sobrenombre de “el destripador”.
De esta forma, tanto aquellos lectores que siguen de cerca temas de misterio, como quienes estén interesados en profundizar sobre este “caso abierto” y despejar incógnitas sobre la verdadera identidad del asesino, tienen una inmejorable oportunidad de hacerlo leyendo “Jack el destripador: caso abierto”, un libro muy recomendable.
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