Supongo que si te decides por él es, principalmente, porque te gusta el tema del que habla – en este caso, el ambiente musical en la España de los ochenta – y, si te gusta el tema del que habla, te gustan los grupos, o algunos, que aparecen en sus páginas, con lo que se puede deducir que admiras o has admirado a algún miembro de esas bandas, con lo que se puede seguir deduciendo que alguna vez has querido ser él, has querido ser ella. Quizás vamos a tener que darle la razón a aquella antigua frase.
En este caso, Corre, rocker – que ya se publicó en el año 2000 bajo otro sello editorial y que llega ahora de la mano de Anagrama – es, tal y como dice la propia editorial en la cubierta del libro, la «crónica personal de los ochenta» de Sabino Méndez, letrista y miembro durante muchos años de Loquillo y Los Trogloditas. Temas obvios: sexo, drogas y rock and roll. Temas no tan obvios: una prosa exquisita, una valentía aterradora, una sinceridad aplastante.
Vayamos a los temas no tan obvios, que creo que son los más interesantes. En primer lugar, Méndez demuestra que esos locos del escenario a los que parecía que nada le importaba a excepción de romper con lo que les debería importar también llevaban sobre sus hombros buenos y grandes baúles de conocimiento. Aunque a veces pueda pecar de levemente altiva, la escritura de Sabino Méndez se erige como una especie de enmarañado y peligroso bosque en el que cuesta y duele entrar. Y no me quejo, porque probablemente ese sea el objetivo del autor, proveer de dificultad lectora a una narración que solo está permitida para ojos lectores capaces de sufrir leyendo. Y es que todo en este libro es una extracción discursiva, una digresión punzante de alguien que le vio las orejas al lobo de los ochenta, que vio la cara oculta de la diversión.
Destacaba también la valentía aterradora, y es que Méndez no se corta a la hora de dar nombres, fechas, lugares, anécdotas verídicas y veraces tanto de él como de otros. Sin miedo a represalias, como sucede con aquellos que vuelven, Méndez es capaz de atizar a todo aquel atizable a través de sus palabras, incluso a él mismo. Sobre todo a él mismo.
Y de esto surge el tercer punto a destacar: la sinceridad aplastante. Porque lo cuenta todo, o todo lo que nosotros lectores podemos concebir como todo. Sus subidas y bajadas, sus cabreos, sus peleas, sus fiestas, sus desmanes, sus idas y venidas de la vida, sus viajes – tanto quieto como en movimiento – sus amores y, sobre todo, sus canciones.
Con dardos que a veces parecen lanzados desde el rencor, quien conocemos como Loquillo es, probablemente, el centro de una diana alrededor de la cual ya se cuenta con muchos dardos clavados. Tildado desde el infantilismo, Loquillo es visto a través de estas páginas como un ser envidioso, codicioso, inseguro, egoísta, inculto, inaccesible e irrespetuoso. Y me quedo corto. Darle la razón o no a Méndez ya será cuestión del juicio de cada lector.
En definitiva, y lo que realmente es importante aquí, hay que destacar la capacidad de alguien que durante muchos años estuvo retenido por la droga de poder poner en orden una mente alterada y maltratada a lo largo de mucho tiempo y ofrecer a gente como tú y como yo, que poco sabemos y mucho queremos saber de lo que allí se cocía, toda una panorámica desde dentro de lo que fue lo que se conoce como la movida madrileña. Y esto como punto de arranque, porque Corre, rocker, al ser esa crónica personal que comentábamos al principio, sigue la vida de alguien que lo vio todo en aquellos años y consiguió seguir viviendo. Quién sabe, quizás sobrevivió para poder explicarlo. Y este libro es la demostración. Una muy recomendable lectura.
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